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martes, 22 de febrero de 2011

El valle de Jauja


- Leyenda de Perú -

Antiguamente, las aguas del río Mantaro, no teniendo un cauce por donde llegar al mar, formaron un inmenso lago, que ocupaba lo que ahora son las regiones de Jauja y del Huancayo. En el centro del lago había una enorme piedra llamada Wanka. En ella reposaba el Amaru, que fue el primer monstruo del lago; era un animal horroroso, con cabeza de llama, cuerpo de batracio y cola de serpiente, que tenía junto a la cabeza dos pequeñas alas.
Pasado un tiempo, tuvo que compartir el peñón y el lago con otro Amaru, que fue enviado por el Tulunmaya (Arco-Iris), para que le acompañara. Este Amaru no era tan grande como el primero, y tenía otro color más oscuro, pues el mayor, con el tiempo, se iba volviendo blanco.
Los dos monstruos luchaban con frecuencia, y la piedra, aunque grande, no lo era suficiente para que los dos disfrutaran de ella con entera independencia. También se disputaban el poder sobre el lago, originando, con sus feroces acometidas, verdaderas trombas de agua, sobre las cuales eran lanzados los dos Amarus a gran altura.
Para poner fin a estas luchas de los dos monstruos, el dios Tikse, enfurecido, desencadenó una gran tormenta. Los rayos mataron a los dos Amarus, que se deshicieron en una lluvia torrencial, que aumentó aún más el tamaño del lago, hasta hacerlo desbordar por la quebrada de Chupuro.
Las aguas encontraron su cauce y el gran lago se desecó, quedando en su lugar un maravilloso valle. Entonces, los dos primeros seres humanos, que estaban escondidos en el interior de la tierra por temor a los Amarus, surgieron a la luz, impulsados por una fuerza profunda, por el Wari-puquio o manantial puro y sagrado.
Permanecieron en el valle de Jauja mientras vivieron, y sus descendientes poblaron el mundo. Como prueba de su existencia, dejaron el templo de Wariwillka, cuyas ruinas aún se encuentran a la orilla de una laguna.
Dicen que el peñón estaba exactamente en lo que es hoy la plaza de Huamanmarca, en Huancayo. Allí estuvo edificada la iglesia de la Santísima Trinidad. Los indios wankas de los contornos celebran cada año esta fiesta con gran solemnidad.

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