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domingo, 20 de marzo de 2011

La fuerza de la palmera

cuento del Magreb


Había una vez un hombre malvado  llamado Ben Sadok. Tenía un carácter tan violento que no podía ver nada sano ni bonito sin estropearlo. Llegó a orillas de un oasis. Allí había una joven palmera que estaba creciendo con energía. Ésta le hirió los ojos a Ben Sadok.

Entonces tomó una piedra pesada y la puso encima de la corona de la joven palmera y continuó su camino.

La joven palmera se sacudió y se inclinó e intentó deshacerse de la pesada carga. Sin éxito. La piedra estaba fuertemente puesta encima de su corona. Por más que intentaba empujar, no tenía fuerzas suficientes para deshacerse de ella.


Entonces la joven palmera arañó el suelo y excavó y se mantuvo en pie a pesar de la enorme piedra. Como no podía estirar sus ramas, fue hundiendo y hundiendo sus raíces tan profundamente que encontró las vetas de agua más escondidas del oasis. Esas aguas frescas y profundas la alimentaron y fortalecieron, dándole tanta fuerza que empujó la piedra tan alto, que ya ningún árbol hacía sombra a su corona. El agua de las profundidades y el sol del desierto convirtieron al joven árbol en una palmera reina.

Al cabo de unos años volvió el malvado Ben Sadok, para alegrarse la vista con el árbol enfermo que él había estropeado. Buscó sin éxito.

Entonces la palmera más orgullosa bajó su corona, enseñó la piedra y dijo: “Ben Sadok, tengo que darte las gracias porque tu carga me ha hecho fuerte.”

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