Un día los habitantes del valle se
reunieron en consejo para una decisión muy importante. Había que solucionar un
urgente problema.
empezó el buitre:
- hay frecuentes peleas entre los
habitantes de nuestro valle y nuestros vecinos. ¿No sería mejor que
encargásemos a algunos de nosotros para apoyar nuestras razones y defender
nuestros derechos?
- ¡Óptima idea es la tuya!- comentó la
liebre-. Así podremos dedicarnos a las labores domésticas con paz y
tranquilidad, sin tener que mirar quién hay a nuestras espaldas.
Y empezaron las discusiones. Uno quería
elegir al gato, porque tiene el paso tan silencioso que puede acercarse a
cualquiera sin que lo vean. Otro prefería al ratón, porque puede meterse por
todas las rendijas y prevenir las jugadas del enemigo. Había que optar por el
elefante, porque con sus bramidos se impondría ciertamente a los demás.
Se equivocan! - dijo la mona-, yo opino
que debemos elegir al que sea más astuto y más fuerte. Todos estuvieron de
acuerdo, pero cuando se trató de decidir quién era el más astuto y más fuerte,
empezaron las contiendas.
- Yo- concluyó finalmente la gallina-
conozco un animal como no existe otro en la jungla.
Y con esto se disolvió la asamblea.
Durante la noche la zorra fue a ver al león
- Mira, amigo,- le dijo- es sabido que yo
soy la más astuta de todos los animales y que a ti ninguno te iguala en fuerza.
¿Qué te parece si trabajamos juntos? Lo que no se ha encontrado nunca en un
animal solo, se encuentra centuplicado en nosotros dos.
Todavía no se habían apagado los gritos
de alegría por la elección de la zorra y del león como delegados del pueblo, y
ya estaba la gallina en las fauces de la zorra.
- Pero- decía la infeliz- te hemos elegido
para defendernos. ¿Así nos pagas?
- Bien ves que mis ocupaciones no me
permiten ir a cazar. Además, necesito un alimento abundante y sustancioso. Tú,
sé valiente y sacrifícate por el pueblo como me sacrifico yo.
- ¡Déjame, por favor!, que yo soy también
pueblo- gimoteaba la gallina-; no me obligues a llamar al león.
Pero, aunque lo hubiera llamado, éste no
hubiera acudido porque estaba ocupado en deshacerse del gato.
- Me parece que nuestros representantes
se divierten a nuestra costa- se atrevió a decir una noche la liebre.
- Es verdad- susurró la gacela-, pero
callémonos, por favor, si no queremos acabar como la gallina y el gato.
Al día siguiente la gacela y el conejo
perecieron, no se sabe cómo, víctimas de un accidente, y acabaron en el plato
de sus representantes.
Pronto se extendió el terror por toda la
selva; hasta la crítica más pequeña al régimen era oída por la zorra y
castigada por el león. De modo que, uno tras otro, los animales se vieron
obligados a irse del valle y pedir asilo político a sus amigos de los
alrededores. Y mientras los pobres exiliados se alejaban silenciosamente, el
buitre desde lo alto de una roca silbaba una canción que comenzaba así:
Si entre desdichas mil
no deseas vivir,
a violentos y astutos
cuida de no unir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario