Bienvenid@ a este bosque nebuloso. Disfruta de tu estancia.

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sábado, 12 de noviembre de 2011

Las Gastrocósmicas

Eran los tiempos de la sopa primigenia. Las islas y continentes estaban hechos de patata, y la vida primitiva flotaba en el caldo tibio como garbanzos, sus hebras de ADN alargadas como fideos, entrelazadas como fussilli. La Luna había salido poco antes del puchero de la Tierra, y dominaba el horizonte como una gran albóndiga flotante.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El Rostro que Acecha en las Sombras

Los ojos terribles refulgían en la oscuridad. Sus blancos y rojos colmillos traspasaban como sangrientos faros la sombra que velaba su cara, la sombra que arrojaban sus garras extendidas cernidas en un audaz escorzo sobre el pebetero en el centro de la ilustración, que era la única fuente de luz, a juzgar por la distribución de claroscuros, por las audaces mezclas de colores de matices encendidos que daban su impronta al fondo, a la figura demoníaca que parecía abalanzarse desde las tinieblas exteriores, a los brillantes y abultados músculos del bárbaro que aguardaba, impávido y alerta, junto al fuego que arrancaba chispas de su espada.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La fuerza de las cosas

El niño al otro lado del espejo se asoma a las estancias vacías. Se pasa mirándolas sus aburridos días, sin siquiera soñar en cruzar y recorrerlas: la del otro lado es una gran casa casi siempre desierta. Los espejos de las salas apenas ven pasar a alguien; muchos están velados por las mismas telas que protegen a los otros muebles del polvo.

martes, 1 de noviembre de 2011

El triunfo de la muerte

La victoria fue breve y trabajada. Con pocas bajas de ambos bandos logramos conducir al enemigo a un atolladero estratégico. Consciente de ello, su rey pidió cuartel. Ambas líneas de soldados aguardan quietas, en un extraño silencio. Aún no se nos permite abandonar la alerta: no hay vino ni cantos, ni caricias de mujeres. Armas en la mano, aguardamos y procuramos no aburrirnos. Los plebeyos juegan a los dados; nuestros escuderos van disponiendo los tableros de ajedrez y taburetes. Juego con el obispo de viva voz, sin bajar del caballo. Las figuras de mi juego son grandes y adronadas: veo bien el tablero desde la altura; desde aquí también vigilo, aún, el campo de batalla.